martes, 15 de diciembre de 2009

Ya está aquí, como año tras año , la Navidad.Un periodo de tiempo relatívamente corto en el que abundan fiestas y celebraciones que giran en torno al amor, la fraternidad y los buenos deseos.
Las calles se llenan de luces de brillantes colores e intensos parpadeos y por ellas deambulamos a la búsqueda de los regalos idóneos para nuestras personas queridas, las casas lucen bonitas decoraciones, entrañables belenes y espectaculares árboles navideños llenos de adornos de colores .

Me inundan los recuerdos de la infancia, de los aromas de las agujas de abeto, de  las almendras que conforman turrones y mazapanes, de la canela que los cubre.
 Recuerdo cuando salíamos a escondidas , los hermanos, la noche de Reyes para buscar nuestros regalos y esas zapatillas que dejábamos al pie del arbol para ser rellenadas de bonitos dulces envueltos en papeles de brillantes colores.Recuerdo a mi querida abuela, que ya no estará conmigo en estas fiestas y cuyo abrazo añoraré en lo que me quede de vida, recuerdo a mi padre al que no le gustaban estas fechas y recuerdo , por último, la cara de emoción de mis hijos al levantarse esa mañana de Reyes y ver sus regalos esperando ser abiertos.

La familia se reune para compartir en la mesa una sucesión de suculentos platos , buenos vinos y típicos postres de estas fiestas que a veces provocan que una acuda corriendo al botiquin en busca de una buena dosis de almax.Y es el exceso lo que muchas veces marca estas fiestas, exceso de comidas, de bebida, de regalos, gastos en definitiva que vacían nuestros bolsillos a una velocidad vertiginosa y que provocarán que tengamos que apretar nuestros cinturones tras la llegada del nuevo año.

Esto que relato es algo muy habitual en las familias españolas y sin embargo, desgraciadamente, no es algo universal, también existen aquellos que no tienen familia para compartir tanta alegría o aquellos cuyo presupuesto es insuficiente para acometer semejante dispendio. Estos dos últimos grupos ven estas fiestas como un motivo de tristeza y quizás su mayor deseo sea que el tiempo corra de una manera acelerada para no oir como la Navidad toca a su puerta quedándose sin respuesta.
Celebramos la venida al mundo , hace ya dos milenios, de una figura de peso en la cultura occidental : Jesucristo, cuyas enseñanzas basadas en el amor al prójimo, el respeto y la solidaridad  desarrollaron un culto que hoy en dia sucumbe ante los imperativos del consumismo más desenfrenado. Y esto no es un reproche social sino una triste realidad que quizás exigiría de todos nosotros una pequeña reflexión acerca del verdadero significado inicial de esta celebración.

Quizás mi respuesta sea la vuelta a la sencillez, el único deseo de compartir con mi marido y mis hijos esta ocasión especial , llenarme de tranquilidad y energía y ver a través de mi ventana este paisaje tan hermoso, sin luces , sin adornos, sin grandes banquetes, sin obligaciones excepto  la de acompañar a quien no tiene compañía .
Tan solo pido  para mi ,a esos  Magos  de Oriente,que me concedan la salud suficiente, a mi y a los mios, para celebrar juntos estas fiestas tan entrañables por muchos años y sé que pido un gran tesoro.
Para todos los demás, vosotros, os deseo una Navidad feliz , rodeados de vuestros seres queridos y que la alegría y la paz os inunden.

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